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El sol de agosto ilumina el rostro de los invitados, mientras mascan la hoja sagrada sin tragarla y toman chicha u otra bebida con alcohol, brindando entre ellos y con la tierra, por la alegría del encuentro y los bienes recibidos durante el año agro pastoril.
En toda la zona andina, los pueblos herederos de las culturas quechuas y aymaras practican esta costumbre milenaria, que forma parte de un sistema de reciprocidad entre el mundo material y mundo espiritual. El origen fundamental de la celebración es la relación entre el hombre y mujer andinos y la Madre Tierra o Pachamama «Pacha significa tiempo, universo, tierra; y «Mama», madre.
El Rito
En un espacio de la casa del anfitrión se cava un pozo y se disponen las «ofrendas» a su alrededor o en una mesa tipo altar. Los invitados al rito y el anfitrión devuelven a la tierra lo que le fue extraído. Los cigarros prendidos ya fueron enterrados para que ella fume y las cenizas caídas auguraran el futuro de los oferentes.
Los aromas de los incienso, los sahumerios y otras hierbas perfuman el lugar con notas amaderadas y especiadas, mientras las hojas de coca, el papel picado, los dulces, las frutas, semillas, las comidas a base de maíz, las carnes y otros objetos significativos se distribuyen sobre un aguayo multicolor, que evoca las tonalidades de los cerros quebradeños.
En parejas pasarán a «dar de comer y beber a la tierra», pidiéndole permiso a ella, a los presentes y a los dueños del hogar. Se trata del momento más sagrado del contacto del hombre con la tierra, la naturaleza y todos sus seres, en silencio o en voz alta ses agradece por la fertilidad de las cosechas y de los animales del campo, por el trabajo y los proyectos en las ciudades a la vez que se pide otro año de justa abundancia.
*Fuente: Libro Jujuy, publicado por el Gobierno de la provincia de Jujuy, año 2015. Norte Editorial.
Foto: Turismo Jujuy.