*Foto portada: Prensa oficial Magdalena Audap Soubie y Magui Pellicer
*Por Alejandro Mareco
Lluvia. Lluvia. Más lluvia. Lanzada en torrentes sobre el valle y sus contornos, y acaso mucho más allá, sobre tanta comarca. cordobesa. Lluvia de madrugada que acorrala las ventanas en la quietud del descanso. Lluvia que la tierra y su sedienta sed de enero reciben como la abundancia de la calma y la fecundidad. Lluvia que nos trae cerca de las narices un horizonte líquido, hecho de millones de gotas. Lluvia viva, poderosa, insomne, dispuesta a atravesar la noche e inundar el amanecer.
Y en la Plaza de Cosquín, la luz del canto sigue encendida. Decenas y decenas de pilotines de colores (“policromía de pilotines”, diría el conductor Claudio Juárez) se multiplican en un platea mucho más habitada de lo que la misma lluvia podía esperar. Y si no hay pilotín, hay paraguas; y si no hay paraguas, que sea a chomba descubierta.
Es que canta Jorge Rojas, una de las grandes voces del folklore y un elegido de las multitudes desde hace largo tiempo, por esa gracia de la música criolla que suele hacer perdurables a sus figuras. Aquel joven que integraba Los Nocheros ya está a punto de cumplir medio siglo.
Canta con la gente y la lluvia sus temas más saboreados. Le pide un sombre al público y sigue cantando, también sus temas nuevos mientras lo sostiene su sólida banda. Canta y comparte durante un largo pasaje el escenario con los muchachos de Ahyre, el grupo también salteño que acaba de pasar y que le puso la cara al comendo de la versión torrencial de la lluvia. Incluso, por un momento, los micrófonos se habían silenciado.
Luciano Pereyra y los inconvenientes
Ya la lluvia había salpicado bastante el comienzo de la presentación de la otra figura convocante de la noche: Luciano Pereyra. Su show estuvo marcado por inconvenientes en el sonido (que la organización del escenario adjudicó a los equipos del cantante) y hasta en las luces; incluso tuvo una demorada salida a escena por haber llegado tarde a la Plaza. Pero aún con las pausas y las interrupciones pudo cantar y hacer cantar algunas de sus canciones más conocidas, como “Córdoba sin ti” (Juan Novaira) que le dedicó al fallecido conductor radial Mario Pereyra.
La noche del miércoles, la de la quinta luna festivalera, aun con la humedad y cierto frescor que hacían presentir la lluvia, había comenzado serena. Abrieron los también salteños de Guitarreros, que hicieron su acostumbrado despliegue de potencia en las voces y se llevaron la recompensa de calurosos aplausos, hasta la ovación.
Después, Flor Paz, hija de Onofre y heredera de esa tradición musical santiagueña corporizada en Los Manseros, demostró la certeza de su crecimiento en los escenarios, y su momento, hecho de algunos clásicos y otros temas, fue bien recibido por la gente.
Entre tanto, Soledad Mangia y Eduardo Virasoro, los ganadores del Pre Cosquín en la categoría “pareja de danza estilizada”, desarrollaron una inspirada y sensible versión de zamba. Los bailarines, oriundos de La Matanza, se quedaron sin poder hacer la segunda pasada de la noche, como se acostumbra en estos casos, puesto que la lluvia ya había puesto resbaladiza la parte del escenario que queda a la intemperie.
También Gabriel Macías, el cantautor e intérprete coscoíno, tuvo otra vez su momento de reconocimiento frente al público que ha sostenido su presencia en la plaza.
Y en la antesala del final y de la gran lluvia, se asomó Ahyre, el conjunto armado sobre todo con ex integrantes de los Huayra, que en poco más de dos años (se presentaron en agosto de 2019), aun en pandemia, no dejaron de avanzar y de producir hasta convertirse en una reconocida propuesta, con muchos seguidores. Entre otros temas que marcan un repertorio nuevo como el grupo, incluso sostienen una versión de “La noche sin ti”, uno de aquellos éxitos de Los Huayra.
Y entonces, Jorge Rojas, que llegó anoche después de haber sido reprogramado por padecer coronavirus, se entendería con la lluvia más lanzada. Pero sobre todo La Plaza, que le puso el cuerpo a las gotas y con muchos empapados de agua y frío resistió hasta el final, hasta que alrededor de las tres de la mañana cayó el telón.
La lluvia siempre tiene algunas historias épicas que contar de Cosquín y su inagotable pasión por el folklore.
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