Sergio Solomonoff: "CARTA ABIERTA SOBRE LA LLAMADA “FIESTA MEDIEVAL”

Todo tiene su Tiempo y todo debajo del cielo tiene su Hora (Eclesiastés 3:1). *Por Sergio Solomonoff.

Villa General Belgrano ciudad “centroeuropea”. Ahora también “medieval”. Poco importa si Roca está a miles de kilómetros de la Goethestrasse de Leipzig -y de la urbanidad media de sus habitantes- y si el conocimiento de la etapa histórica del Medioevo sea familiar a un puñado de personas. Como los nuevos ricos que compran cientos de libros de aparatosa encuadernación para decorar la sala y dar falsa impresión de cultos, las “fuerzas vivas” desesperan por imponer una imagen comercialmente atractiva de la ciudad, siempre en tono extranjerizante, en un país que facilita la operación porque todavía no alcanza a definir su identidad.

 

La fiesta es un fenómeno ancestral, inherente al espíritu del hombre que procura, desde siempre, compartir colectivamente momentos de alegría, de esparcimiento, de socialización, hasta de extravío y exceso, a compensación de las durezas que la existencia le impone: “…sintetiza la vida entera de cada comunidad, su organización económica y sus estructuras culturales, sus relaciones políticas y los proyectos de cambiarlas”, dice García Canclini. Me apasionan las fiestas populares. Las disfruto intensamente cuando las siento ligadas a aspectos profundos de las personas. No distingo entre paganas y religiosas porque todas alimentan en diverso modo el alma de cada uno y de la población que participa. A condición que respondan a sentimientos auténticos y a legítimas necesidades sociales y culturales.

 

Cuando no es así, cuando claramente se advierte que es pura invención de intereses económicos que, carentes de toda seriedad cultural e imaginación, se apoyan en la idea de fiesta con la sola intención de acumular dinero -y con él, aumentar su poder- las repudio. Obviamente, en ciudad “centroeuropea” a nadie se le ocurre reivindicar las auténticas fiestas de los pueblos originarios, las de los indios exterminados, las de los campesinos que aún pueblan la comarca, siquiera las de los inmigrantes que dieron espesor demográfico y tradición a la villa. En sus inicios la Fiesta de la Cerveza era expresión casi espontánea de las familias y una que otra pionera institución. Cuando algunos olfatearon el buen negocio fue capturada por el comercialismo.

 

En modo alguno niego la importancia de la iniciativa privada, del sano ejercicio del comercio, uno de los motores de la actividad económica. Otra cosa es cuando “derrama” las migajas entre los pobladores necesitados de mejorar sus economías, aunque sea “en negro”, por unos pocos días, sin derechos de ninguna especie, ni presentes ni futuros. Otra cosa es cuando desarrolla capacidad inventiva sólo pensando en su bolsillo y con mentalidad disneylándica empuja la comunidad al desguace de los valores y de su auténtica herencia cultural. Otra cosa es cuando sólo invierte en ampliar instalaciones, ocupar espacios públicos, afilar los instrumentos que permitan exprimir al máximo la presencia del turista y el trabajo de los locales. Esta voracidad individualista no invierte en la salud, la educación, el mejoramiento de las condiciones de vida de la sociedad en que está inserta y que entrega esfuerzo mal pago para aumentar sus ventas.

 

La “fiesta medieval” que se propone llevar a cabo un grupo de comerciantes invade y ofende sentimientos y emociones profundas y caras a otros muchos ciudadanos. No bastaban tres días. Moviendo los hilos de las marionetas que pueblan San Martín 43 los organizadores han conseguido estirar la jarana hasta alcanzar el 24 de marzo, Dia de la Memoria, la Verdad y la Justicia. No pienso remotamente que ese día deba transcurrir entre solemnidades acartonadas y rostros compungidos. También es perfectamente válido cerrarlo con una fiesta, porque muerte y vida son caras de la misma moneda. Pero con otros contenidos, con otras prioridades. A seguir la recordación -austera en medios y rica en intensidad emotiva- nada impide ese día rodearnos de música, de teatro, de danza y sobretodo del calor ciudadano, impregnado por un juramento: “NUNCA MÁS”! Podemos hasta brindar por ello.

 

La “fiesta medieval” el 24, entre hectolitros de cerveza, montañas de spaghettis alla bolognesa, oferta variada para hacer negocios y comparsas disfrazadas de bufones y condesas me ofende, me hiere profundamente. Por mí, sobreviviente de una gigantesca tragedia nacional con efecto hasta hoy, pero mucho más todavía por los que no están, la enorme mayoría gente joven que amaba la fiesta como cualquier otro mortal. Miles de una entera generación que, o es la misma o muy próxima a la de los organizadores de la reunión. Olvidaron. No les importa perseguir la verdad. Desistieron de exigir justicia. La negación los ha llevado muy atrás, hasta las retorcidas oscuridades que marcaron la Edad Media.

Una “fiesta” que, además, se desarrollará en una Córdoba lacerada, con muertos, desaparecidos, cientos de hogares barridos por el agua, miles de familias despojadas de todo lo penosamente atesorado. Mientras bandadas de voluntarios pala en mano luchan contra el barro, cree usted que habrán pensado en donar cuanto recaudado para venir solidariamente en auxilio de estos comprovincianos desesperados?

 

12 marzo 2015

 

Sergio A. Solomonoff

DNI 8.450.510

 

 

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