Opinión. Por Mariana Belén Arias y Pablo Miranda.
Toda presencia del hombre en determinado territorio provoca un impacto que puede ser negativo o positivo según las conductas del mismo en el lugar.
Al igual que las prácticas de carácter extractivas como la minería, la sojización, y otras de índole industrial y manufactureras, el turismo no escapa a cierto carácter invasivo, y por ello es necesario trabajar en la implementación de buenas prácticas para evitar el deterioro del medioambiente, ecosistemas que reciben al turista o visitante y que son generadores de economía en el lugar.
El humo de un automóvil, el ruido, el excesivo consumo de agua, el no control de consumo de energía, la ausencia de indicadores que nos arrojen resultados que nos ayuden a medir la capacidad de carga de un circuito turístico, o parque nacional, o reserva de uso múltiple, la ausencia de políticas en el manejo de residuos, pueblos que se desarrollan sin obras de infraestructuras necesarias como cloacas, integran el gran número de aspectos que inciden en toda localidad y por su puesto en todo destino turístico que eventualmente ve como esas demandas se potencian y los impactos son más importantes cuando llega el visitante.
Peroobservamos que el turismo nos está dando una oportunidad de promover conciencias que parecen estar cerradas a otros debates de tipo ambiental, si ponemos de ejemplo la sojización que además de destruir lo que queda de bosque nativo y culturas que se desarrollaron en su entorno, le agregamos datos concretos de la Cátedra de Alergia e Inmunología del Hospital de Clínicas, que depende de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), ejecutó una investigación sobre 251 vecinos del barrio Parque San Juan de la Ciudad de Alta Gracia, donde el 51 por ciento de los relevados poseen alguna afección que podría vincularse con la exposición a las fumigaciones con agroquímicos en campos pegados a esa zona urbana, no debiera hacer falta mucho más para saber que la práctica desmedida y sin precauciones está poniendo en riesgo no solo la salud humana, sino también la del ecosistema. Pero no hay reacción y la cosa continúa.
En cambio, cuando uno visita un lugar al que ha ido de vacaciones, está abierto a todo lo que le cuentan y le proponen, porque se ha salido de la contaminación de los problemas habituales y de la rutina, y lo que es mejor alejado de la información que nos satura y termina por desinformarnos. Entonces valoramos la implementación de políticas en los destinos turísticos, en los que se habla de preservar los recursos y el medio ambiente.
Contrariamente a lo que ocurre con otros campos de la producción, el turismo está generando una mejor distribución, “10 por ciento del total de personal ocupado a nivel nacional” proviene del turismo según datos de la Agencia Telam del 27/09/ 2013. Tal vez por ese motivo haya una mayor conciencia de cuidar el ecosistema que da cobijo, por que quienes depende de él están más cerca de valorarlo, que un vecino de ciudad en la cual los problemas de la contaminación del agua producto de la minería a cielo abierto en los cerros cordilleranos aun no llegaron y no le permiten dimensionar el problema.
Por lo expuesto, consideramos que es importante la implementación de Buenas Prácticas en turismo, porque además de dar respuestas a los problemas enumerados con anterioridad, se estaría fomentando la conciencia ciudadana sobre temas que deben ser resueltos en materia ambiental y cultural en todo el territorio nacional, los pueblos turísticos pueden ser el canal de intercambio, y tal vez ese turista cuando esté de regreso en su pueblo o ciudad incorpore esas buenas prácticas aprendidas de vacaciones: cuidar el agua, no tener encendida la luz innecesariamente más allá que pueda pagarla, no arrojar residuos por la ventana de su vehículo, apostar a la reutilización de materiales, incorporar al debate ciudadano nociones de ordenamiento territorial, preservar la flora y fauna, valorar la tradición oral familiar y el patrimonio histórico tangible e intangible de su pueblo o lugar de origen, etc.
No obstante somos consientes que si el Estado a Nivel Nacional y Provincial no acompañan el esfuerzo que realizan los pequeños municipios y comunas será muy difícil lograr cambios sustanciales a nivel país, como lo expresa irónicamente Sergio Federovisky en su libro “Argentina, de espaldas a la ecología”: «¿se puede impedir la llegada de cien toneladas diarias de contaminantes al Río de la Plata o detener la pérdida de 830 hectáreas por día de bosques nativos a manos de las topadoras, por más conciencia ecológica que se adquiera?».
- Mariana Belén Arias
- Pablo Miranda
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